Burma Democratic Concern has the firm determination to carry on doing until the democracy restore in Burma.

Wednesday 21 September 2011

El gran juego
Escuela de ciudadanía en
Birmania
(3) comentarios
29.08.2011 · Carlos
Sardiña

Rangún (Birmania).

“Bayda” es el nombre birmano del jacinto de agua, una flor que se puede
hallar flotando en los ríos de todo el país. Se dice que puede soportar
todos los envites de las corrientes y, aunque en ocasiones desaparezca bajo
las aguas, siempre vuelve salir a flote corriente abajo. Gracias a
unos célebres
versos del poeta Zaw
Gyi, se ha convertido en un símbolo de resistencia frente a las adversidades
y de la lucha por la democracia en Birmania. Uno de los primeros gestos de
Aung San Suu Kyi, líder indiscutible e icono de esa lucha, cuando fue
liberada el pasado 13 de
noviembre tras siete años de arresto domiciliario, fue precisamente el de
prenderse una de estas flores en el pelo.


El aula del Instituto Bayda en Rangún, el pasado 2 de agosto (C. S.).

Una semana después, el 20 de noviembre, nació en Rangún una nueva
organización que lleva el nombre del jacinto de agua: el Instituto
Bayda.
Con el lema “hacia una sociedad concienciada”, el Instituto se dedica a
educar a jóvenes que deseen convertirse en ciudadanos políticamente activos
y a enseñarles a “vivir en un ambiente democrático”. Aunque cuenta con el
apoyo de la Liga Nacional de la Democracia de Aung San Suu Kyi, colabora en
algunas actividades educativas y algunos líderes del partido acudieron a su
inauguración y suelen hacerlo a las ceremonias de entrega de títulos, el
Instituto es totalmente independiente y autónomo.

Su fundador y director es Myo Yan Naung Thein, un hombre que, a sus 37 años,
ya es un veterano de los movimientos estudiantiles y de oposición al régimen
militar birmano. Arquitecto de formación, fue uno de los líderes de las
protestas que organizaron los estudiantes universitarios en 1996, tras las
que fue detenido y condenado a siete años de prisión. Algunos años después
de su liberación, entró en contacto con el mítico dirigente estudiantil Min
Ko Naing
y,
con otros activistas, formaron el grupo de la Generación de Estudiantes de
1988.


Myo Yan Naung Thein, en su oficina del Instituto Bayda (C. S.).

En 2007 le concedieron una beca Fullbright, pero no pudo aprovecharla porque
las autoridades volvieron a detenerle tras la “Revolución de Azafrán” y le
condenaron a dos años de cárcel por “criticar al Gobierno”. Como
consecuencia de las
torturas
a
las que fue sometido durante los interrogatorios, sufrió una parálisis
parcial que le impidió caminar hasta seis meses después de su puesta en
libertad, a finales de 2009.

Myo Yan asegura que nunca tuvo intención de dedicarse a la política, pero en
1988, cuando tenía 14 años de edad, presenció las revueltas populares que
derribaron al general Ne Win, el dictador que gobernaba el país desde 1962,
y la posterior represión del ejército, algo que se quedó grabado en su mente
para siempre e hizo que “el ideal de justicia comenzara a crecer en mi
interior”.


La entrada del Insitituto Bayda en Rangún (C. S.).

Políglota (además de inglés habla francés, italiano y español) y amante de
los libros, Myo Yan afirma que fueron sus lecturas, y cita a Kafka como
ejemplo, las que le acercaron al mundo del activismo. De hecho, su misión en
la Generación de Estudiantes de 1988 consistía en leer libros de política y
derecho para poner al día a sus compañeros, algunos de los cuales, como el
propio Min Ko Naing, habían estado 16 años en la cárcel sin que se les
permitiera leer un solo libro.

Pese a haber sufrido la represión del régimen, Myo Yan sostiene que no
considera al Gobierno su enemigo, “si consideras a alguien tu enemigo
tratarás de eliminarlo, hay un enfrentamiento en el que sólo puede haber un
vencedor. Mucha gente no está de acuerdo conmigo, pero creo que debemos
convencer al Gobierno de que no somos sus enemigos y de que estamos
trabajando por la nación.” Su objetivo, y el del Instituto Bayda, “no es
arremeter contra el Gobierno”, sino “hacer que la gente se involucre en
política” y adquiera los conocimientos necesarios para ello.


El profesor Ko Ko Mye imparte una lección de historia de la Guerra Fría en
el Instituto Bayda (C. S.).

La mayoría de alumnos del Instituto Bayda son hijos de presos o antiguos
presos políticos y pertenecen a familias destruidas por la cárcel. “Sin
embargo, cuando hablo con ellos –explica Myo Yan–, veo que no albergan
ningún deseo de venganza, lo único que quieren es poner fin a la represión y
a las injusticias. Pero, desgraciadamente, aunque hayan estudiado, su nivel
educativo no es lo suficientemente alto como para participar en política.”

El lamentable estado de la enseñanza birmana no sólo se limita a la
educación primaria, como vimos la semana
pasada.
Las universidades también carecen de los fondos, el material y los
profesores necesarios y tampoco proporcionan una formación
decente a
sus alumnos. Según Myo Yan, “el sistema de enseñanza de este país se basa
únicamente en aprobar los exámenes. Si un estudiante suspende, el profesor
debe escribir un informe explicando por qué ha suspendido, pero los
profesores aprueban a todo el mundo para no tener que escribir el informe”.
En esas circunstancias, no es de extrañar que muchos licenciados
universitarios no posean los conocimientos básicos ni siquiera de sus
propias carreras.


Algunos de los libros de texto que se utilizan en el Instituto Bayda (C.
S.).

Para paliar esas carencias, el Instituto Bayda imparte materias
como
“Política
y gobierno”, “Estudio comparativo de los sistemas políticos y las
constituciones”, “Conflictos globales” o Historia. Los alumnos no se limitan
a tomar apuntes, sino que también plantean preguntas a los profesores y
debaten a menudo entre ellos. Además, se les enseña retórica y oratoria para
que aprendan a hablar en público y persuadir a la gente. “Si aprenden todas
esas cosas, conseguiremos que haya líderes locales en todas partes –explica
Myo Yan–. Estos hablarán de temas medioambientales, por ejemplo, e incluirán
otros asuntos políticos. Así se irán consiguiendo pequeños cambios a nivel
local.”

Estos aspirantes a líderes locales proceden de todas las divisiones y
estados del país y, hasta el momento, han pasado por las aulas del instituto
algo más de un centenar de ellos, en grupos de entre veinte y treinta. Los
cursos duran seis semanas y el Instituto proporciona el alojamiento y la
manutención a los alumnos que han de viajar a Rangún desde otros lugares.
Debido a que su presupuesto es muy
ajustado
(hasta
el momento Bayda no ha recibido ninguna financiación exterior y son Myo Yan
y sus amigos quienes hacen frente a todos los gastos), éstos son sumamente
modestos: los estudiantes duermen en el propio local y las comidas se
reducen a platos de arroz con verduras, que los estudiantes suelen comer
tras cantar a coro “We Shall Overcome”.

En los últimos meses, aprovechando el tímido proceso de apertura iniciado
tras las elecciones de noviembre y la instauración de un Gobierno civil a
finales de marzo, han proliferado las organizaciones como ésta en
Birmania.
Tras más de dos decenios de lucha por la democracia, muchos activistas han
decidido dejar de concentrar su atención en el Gobierno y tratar de cambiar
la sociedad birmana desde abajo.

Myo Yan cree que el punto de inflexión fue el Ciclón
Nargis,
que devastó gran parte del país en 2008 y dejó más de 130.000 muertos tras
de sí. La Junta militar en el Gobierno, más preocupada por defender sus
propios intereses que por la población, apenas hizo nada y miles de personas
murieron como consecuencia de su pasividad. “Los jóvenes vieron morir a
mucha gente y quisieron ayudar –comenta Myo Yan–. Aquello les afectó
profundamente y comenzaron a trabajar en labores de ayuda humanitaria, de
ahí pasaron a las labores de desarrollo o de educación y adquirieron un
compromiso civil. Muchas organizaciones sociales nacieron a partir de
aquello.”


Estudiantes de Instituto Bayda debaten en grupo durante una de las clases
(C. S.).

Este tipo de iniciativas no carecía de riesgos. El Gobierno las perseguía y
detuvo a muchos de los activistas. El caso más conocido es el de
Zarganar,
un célebre cómico que fue condenado a 45 años de cárcel por criticar la
respuesta del Gobierno al ciclón y llevar ayuda humanitaria a las zonas
afectadas. Pero hay otros casos: un joven de Rangún al que conocí en
noviembre en la localidad tailandesa de Mae Sot, tuvo que huir del país
cuando su familia le avisó de que la policía había registrado su apartamento
y su ordenador y le estaba buscando después de organizar con sus amigos
convoyes para llevar alimentos a los damnificados. Muchos otros refugiados
tienen una historia parecida.

“Con el Ciclón Nargis se produjo toda una movilización social. Hace un año y
medio salí de la cárcel y lo que más me sorprendió fue ver que la gente
hablaba de política –cuenta Myo Yan–. En 2007, cuando me encarcelaron, la
gente no hablaba de política en absoluto, estaba asustada. Podían detenerte
sólo por mencionar el tema. Después llegaron las elecciones de noviembre de
2010. Todo el mundo sabe que el Gobierno las amañó, pero supusieron una
movilización política. Unos días más tarde pusieron en libertad a Daw Aung
San Suu Kyi y todas las miradas se volvieron hacia ella.”


Interior del Instituto Bayda, en esta habitación duermen los estudiantes (C.
S.).

Sin embargo, la apertura del régimen es más bien relativa y esos avances de
la sociedad civil son sumamente frágiles. Sigue habiendo casi dos mil presos
políticos en las cárceles birmanas, el
Gobierno continúa
deteniendo a opositores por
los motivos más peregrinos y una organización como el Instituto Bayda se
enfrenta a enormes obstáculos para sobrevivir.

En sus ocho meses de vida, el instituto ya se ha visto obligado a trasladar
su sede en dos ocasiones. Pocas horas después de la inauguración, la dueña
del local que habían alquilado fue a visitar a Myo Yan por la noche y le
pidió llorando que no organizara “una rebelión en su propiedad”. Las
autoridades locales la habían amenazado con confiscar la casa, junto con su
vivienda, si permitía que siguieran allí. Myo Yan accedió a marcharse y
alquiló un local en otro distrito, dónde volvió a repetirse la misma
historia.


Sede del Instituto Bayda en Rangún (C. S.).

Hace pocos meses, la casera del local actual también fue a visitar a Myo
Yan. Las autoridades la habían amenazado y le pidió que se marchara. “Esta
vez le dije que no pensaba irme –cuenta Myo Yan–. Si nos vamos, no tendremos
ningún lugar al que ir. Le dije que el Gobierno no puede quitarle la casa,
que no es legal. Yo no estoy haciendo nada contra ellos. No estoy haciendo
nada ilegal. Puedes ver los libros que utilizamos, no contienen nada contra
el Gobierno.”

Por otro lado, los estudiantes no tienen permiso para pernoctar en el
instituto. En Birmania es necesario rellenar un formulario y solicitar una
autorización a la policía local para quedarse a dormir en cualquier
domicilio. A ellos no se lo han concedido. Por tanto, mientras duran los
cursos, la policía podría hacer una redada en cualquier momento y detenerlos
a todos. Pero, “para ellos la ley es muy flexible. En realidad, uno se halla
en peligro en todo momento, pero no aplican las leyes mientras no vayas
contra ellos”, comenta Myo Yan.


Un grupo de estudiantes escuchan la lección en el Instituto Bayda (C. S.).

Por el momento, a Myo Yan y al Instituto Bayda les protege, por un lado, el
hecho de que no están organizando nada para derrocar al Gobierno y, por
otro, que él es una persona bastante conocida tanto dentro como fuera del
país. “A veces los periodistas me preguntan si pueden citar mi nombre. Yo
les respondo: ‘Háganlo por favor, y en letras mayúsculas y en negrita, a ser
posible’. Cuanto más conocido sea, más seguro estaré”, comenta. Si le
detuvieran, al Gobierno le lloverían las críticas, lo que en este momento le
importa más que en otras ocasiones.

Pese a que la mayor amenaza para el instituto es el Gobierno y, sobre todo,
las autoridades locales, Myo Yan reitera que no los considera sus enemigos.
“Cuando vienen les invito a café o té y les trato bien porque sé que en
realidad le tienen miedo al Gobierno, pero también a mí, ya que les puedo
meter en problemas si hago algo ilegal. Siempre me dicen que les avise si
voy a hacer algo peligroso. Naturalmente, no me gusta esa gente porque están
de lado del régimen, pero puedo comprenderlos: quieren ganar un sueldo,
tener una vida decente y alimentar a sus familias.” De hecho, las puertas
del Instituto Bayda también está abiertas para ellos: “Si los funcionarios
del Gobierno quieren venir a estudiar, están invitados –asegura Myo Yan–.
Creo que podría ser muy beneficioso para ellos”.
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